El Hombre Orquesta - Presidente de México
El Hombre Orquesta
Revista Proceso 11 de noviembre de 1978
Por: Juan José Hinojosa.
El presidente de México es, probablemente, uno de los hombres más ocupados en el mundo A él reportan, directamente, más de quince secretarios de Estado Además, por lo menos en teoría, le reportan los directores de las empresas paraestatales y organismos descentralizados
Frente al pueblo, en el esquema constitucional, es responsable de la administración honesta y eficiente de más de novecientos cincuenta mil millones de pesos; a la Cámara de Diputados debe enviar presupuesto y cuenta pública para dar razón del gasto proyectado y del realizado En México, país sin cuerpo legislativo actuante y responsable, queda en manos exclusivas del Ejecutivo el manejo de cantidades tan impresionantes
Es el Gran Legislador; más de 97% de las iniciativas de ley, en sus manos procedentes Si bien es cierto que no lleva riesgos de conflictos con el Congreso, que le es sumiso, en cambio crece su responsabilidad en cuanto a las proyecciones de sus iniciativas, frutos de su imaginación política
Diariamente tiene que asistir a la apertura o clausura de congresos nacionales o internacionales; arquitectos, publirrelacionistas, economistas, administradores de empresas, cardiólogos, gastroenterólogos; en balance obtenido de noticias puede afirmarse, sin riesgo de error o exageración que un par de horas de su tiempo diario lo dedica a esta actividad de imagen y de promoción
Además, está presente en inauguraciones de obras públicas y privadas; puentes, caminos, escuelas, pavimentos, plantas generadoras de electricidad, aeropuertos, universidades, empresas; la geografía nacional está constelada de placas con las consabida redacción “siendo presidente de la República el licenciado Fulano de Tal se puso en operación etcétera”
Gusta de viajar por el mundo para proyectar la imagen de México sobre los continentes, estimular el intercambio comercial, advertir a los fuertes sobre la angustia de los débiles, reprochar la insolencia de los poderosos; fácilmente, un mes de cada año, una doceava parte de su tiempo, se destina a tan fatigosa tarea
Dos días de la semana, 104 al año, casi una tercera de su tiempo, los destina a giras de trabajo por los Estados; en un federalismo tan precario como el de México resulta indispensable que el presidente audite a los gobernadores, escuche los problemas de los ciudadanos dispersos en la geografía nacional, compruebe el uso del dinero que el poder central canaliza a la provincia, vigile el buen comportamiento de hombres de su confianza personal a quienes ha promovido a una gubernatura o una presidencia municipal; en fin, gajes del oficio centralizante y centralizador; el Ejecutivo toma en sus manos la responsabilidad total de cuanto acontece en los Estados soberanos y en los municipios libres
Además de las audiencias rutinarias que concede, por irrenunciable obligación, a sus colaboradores inmediatos, tiene que otorgar en abundancia muchas otras a los hombres destacados en la vida nacional: líderes obreros, campesinos o empresariales, personajes en disputa frente a conflictos aparentemente irreconciliables, amigos personales que buscan un favor, visitantes distinguidos procedente del universo, gobernadores de los Estados que realizan la obligada visita “ad limina” inspirada en la tradición secular del papa que recibe a los obispos Hay que añadir a los embajadores que presentan credenciales, su presencia en la cabecera de las audiencias públicas frente a los reflectores que por multitudinarias resultan normalmente ineficaces, pero que consumen días enteros de la agencia presidencial
Así transcurre, en actividad febril y desbordada, el paso sexenal de los presidentes por el poder; es evidente que lo ganado en dimensión se pierde en profundidad; que si el Ejecutivo sujetara actuación a severas disciplinas expresamente definidas en nuestro esquema constitucional podría suprimir de su agenda una serie de cargas procedentes de serias desviaciones a la ley, o de inclinaciones desordenadas al culto a la personalidad Así, podría reducir sensiblemente su presencia en aperturas de congresos, eliminar mediante la devolución de la soberanía de los Estados y la autonomía a los municipios sus frecuentes giras de trabajo; aplacar, mediante el respeto a la división de poderes, el frenesí legislativo; reservar para su investidura la inauguración exclusiva de obras espectaculares, el arbitraje excepcional de conflictos que afectan gravemente el destino nacional El tiempo liberado a la superficie, la frivolidad, o la desviación, que es mucho, permitiría al Presidente un trabajo ordenado, inteligente, penetrante, analítico, frente a los problemas nacionales Así podría lograrse que las empresas paraestatales no dieran pérdida, que la corrupción perdiera virulencia, que el campo diera autosuficiencia, que la deuda se mantuviera en niveles adecuados, que disminuyera el déficit presupuestal, que aflojaran las presiones del desempleo y tantas otras cosas que escapan al examen y a la solución, porque el Presidente no le alcanza su tiempo para andar en el repique triunfalista y permanecer alerta en la austeridad de la administración
El presidente de México es, probablemente, uno de los hombres más ocupados en el mundo A él reportan, directamente, más de quince secretarios de Estado Además, por lo menos en teoría, le reportan los directores de las empresas paraestatales y organismos descentralizados
Frente al pueblo, en el esquema constitucional, es responsable de la administración honesta y eficiente de más de novecientos cincuenta mil millones de pesos; a la Cámara de Diputados debe enviar presupuesto y cuenta pública para dar razón del gasto proyectado y del realizado En México, país sin cuerpo legislativo actuante y responsable, queda en manos exclusivas del Ejecutivo el manejo de cantidades tan impresionantes
Es el Gran Legislador; más de 97% de las iniciativas de ley, en sus manos procedentes Si bien es cierto que no lleva riesgos de conflictos con el Congreso, que le es sumiso, en cambio crece su responsabilidad en cuanto a las proyecciones de sus iniciativas, frutos de su imaginación política
Diariamente tiene que asistir a la apertura o clausura de congresos nacionales o internacionales; arquitectos, publirrelacionistas, economistas, administradores de empresas, cardiólogos, gastroenterólogos; en balance obtenido de noticias puede afirmarse, sin riesgo de error o exageración que un par de horas de su tiempo diario lo dedica a esta actividad de imagen y de promoción
Además, está presente en inauguraciones de obras públicas y privadas; puentes, caminos, escuelas, pavimentos, plantas generadoras de electricidad, aeropuertos, universidades, empresas; la geografía nacional está constelada de placas con las consabida redacción “siendo presidente de la República el licenciado Fulano de Tal se puso en operación etcétera”
Gusta de viajar por el mundo para proyectar la imagen de México sobre los continentes, estimular el intercambio comercial, advertir a los fuertes sobre la angustia de los débiles, reprochar la insolencia de los poderosos; fácilmente, un mes de cada año, una doceava parte de su tiempo, se destina a tan fatigosa tarea
Dos días de la semana, 104 al año, casi una tercera de su tiempo, los destina a giras de trabajo por los Estados; en un federalismo tan precario como el de México resulta indispensable que el presidente audite a los gobernadores, escuche los problemas de los ciudadanos dispersos en la geografía nacional, compruebe el uso del dinero que el poder central canaliza a la provincia, vigile el buen comportamiento de hombres de su confianza personal a quienes ha promovido a una gubernatura o una presidencia municipal; en fin, gajes del oficio centralizante y centralizador; el Ejecutivo toma en sus manos la responsabilidad total de cuanto acontece en los Estados soberanos y en los municipios libres
Además de las audiencias rutinarias que concede, por irrenunciable obligación, a sus colaboradores inmediatos, tiene que otorgar en abundancia muchas otras a los hombres destacados en la vida nacional: líderes obreros, campesinos o empresariales, personajes en disputa frente a conflictos aparentemente irreconciliables, amigos personales que buscan un favor, visitantes distinguidos procedente del universo, gobernadores de los Estados que realizan la obligada visita “ad limina” inspirada en la tradición secular del papa que recibe a los obispos Hay que añadir a los embajadores que presentan credenciales, su presencia en la cabecera de las audiencias públicas frente a los reflectores que por multitudinarias resultan normalmente ineficaces, pero que consumen días enteros de la agencia presidencial
Así transcurre, en actividad febril y desbordada, el paso sexenal de los presidentes por el poder; es evidente que lo ganado en dimensión se pierde en profundidad; que si el Ejecutivo sujetara actuación a severas disciplinas expresamente definidas en nuestro esquema constitucional podría suprimir de su agenda una serie de cargas procedentes de serias desviaciones a la ley, o de inclinaciones desordenadas al culto a la personalidad Así, podría reducir sensiblemente su presencia en aperturas de congresos, eliminar mediante la devolución de la soberanía de los Estados y la autonomía a los municipios sus frecuentes giras de trabajo; aplacar, mediante el respeto a la división de poderes, el frenesí legislativo; reservar para su investidura la inauguración exclusiva de obras espectaculares, el arbitraje excepcional de conflictos que afectan gravemente el destino nacional El tiempo liberado a la superficie, la frivolidad, o la desviación, que es mucho, permitiría al Presidente un trabajo ordenado, inteligente, penetrante, analítico, frente a los problemas nacionales Así podría lograrse que las empresas paraestatales no dieran pérdida, que la corrupción perdiera virulencia, que el campo diera autosuficiencia, que la deuda se mantuviera en niveles adecuados, que disminuyera el déficit presupuestal, que aflojaran las presiones del desempleo y tantas otras cosas que escapan al examen y a la solución, porque el Presidente no le alcanza su tiempo para andar en el repique triunfalista y permanecer alerta en la austeridad de la administración
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